Municipales 2019: no es tiempo de dar codazos

En multitud de ocasiones hemos teorizado sobre el proceso de unidad popular y sobre su concreción en la conformación de una candidatura unitaria a la izquierda del PSOE, como paso importante pero no esencial para lograr esa deseada y necesaria unidad.

Si nos referimos a nuestra ciudad, hay que empezar recordando que las cosas no salieron bien en las pasadas elecciones municipales. Más allá de movimientos tacticistas de las fuerzas políticas en aquel momento, lo que falló en la receta fue la inmadurez del debate y la fragilidad de los consensos generados.

Cuestionamientos infértiles sobre lo que queríamos ser de mayores llevaron a aquel proceso de (cierta) unidad al traste. Y es que perdimos mucho tiempo y nos debilitamos innecesariamente enrocándonos en debates secundarios y eternos: que si éramos una fuerza de izquierda o nos dejábamos caer en el pozo del municipalismo sin ideología; que si asumíamos con normalidad la presencia de organizaciones políticas y la fórmula de una coalición o nos sumábamos a la moda de los partidos instrumentales y las agrupaciones de electores…

También habría que tener en cuenta quizá la tardanza a la hora de iniciar aquel proceso y el hándicap que suponía intentar construir una candidatura unitaria a la sombra de las dos grandes capitales del país y sus marcados hiperliderazgos.

Hoy toca preguntarse si lo de 2015 fue un fracaso o no. De naturaleza optimista como soy, estoy convencido de que aquello fue más bien parte del proceso. Una parte de un todo que no tiene un final concreto y que se va construyendo poco a poco.

Dando por hecho que lo que se está fraguando actualmente en Sevilla  es un proceso de convergencia electoral (que no es poco) y que lo de la unidad popular va para largo y a fuego lento (como los buenos potajes), hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que estamos en mejores condiciones que en mayo de 2015 para avanzar por la senda de la confluencia política.

Las organizaciones que por ahora estamos implicadas (esperamos que se sumen muchas más) en este proceso llevamos tiempo convergiendo de manera natural y sin imposturas, trabajando cómodamente y con sinceridad y coordinándonos a la hora de hacer propuestas políticas concretas, ya sea en las instituciones o en la calle. Coincidimos en las movilizaciones, en los barrios, parando desahucios…

Lo que tanto habíamos postulado en nuestros documentos que había que hacer se está cumpliendo con la práctica diaria, dejándose atrás desconfianzas y prejuicios pasados. Un proceso que se ha asumido con naturalidad, interiorizándose entre militantes, simpatizantes y personas ajenas. Lo importante no eran las siglas o que hubiera una pared separando dos grupos municipales, sino lo que éstos defendían y que ahí no había (grandes) diferencias.

Lo que hace cuatro años nos hizo perder tanto tiempo, parece que en estos momentos está superado. La otrora rancia sopa de siglas, ahora parece plato de buen gusto. Las estrellas, hoces y martillos no son tan malas compañeras de viaje. La presencia de partidos (de nuevo cuño o con decenios de historia) se acepta con normalidad y se asume (casi) sin complejos que somos de izquierda.

El reto que tenemos por delante no es pequeño. Vamos tarde pero también con buen paso y con un largo camino recorrido.

Pero para que esta vez salgan las cosas bien habría que despejar, en primer lugar, cualquier duda sobre los debates superados a los que hemos hecho referencia anteriormente. Se trata de no volver a tropezar con la misma piedra. Una cosa es dar la espalda a lo colectivo y a la construcción desde abajo, porque aunque haya lógicos y necesarios acuerdos por arriba es por abajo dónde se tiene que cimentar el proyecto, y otra cosa muy distinta es volver a la bisoñez práctica y política.

Si Zoido demostró cómo se puede desperdiciar una mayoría absoluta para resolver los problemas de la ciudad, Espadas ha evidenciado en este mandato que tampoco el PSOE está dispuesto a cambiar las prioridades del gobierno municipal para poner en el centro de la agenda política el combate a las desigualdades. Por tanto, a dónde queremos llegar ya está claro y hay amplísimos consensos al respecto. Señalar diferencias en este sentido y hacer de ellas un problema no es más que mala baba.

¿Qué queda? Dejar de dar codazos y centrarse. No es tiempo de protagonismos, es el momento de fomentar lo colectivo. No es tiempo de agendas personales, es el momento del ‘programa, programa, programa’. No es tiempo de señalar las diferencias, es el momento de potenciar lo que nos une. No es tiempo de buscar la foto a cualquier precio, es el momento de diluir los apellidos mientras nos arremangamos para la faena. No es tiempo de aparatos, es el momento de poner en valor el trabajo de cada organización en su conjunto. No es tiempo de agarrarse a aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, es el momento de ser audaces y arriesgar. No es tiempo de verdades absolutas, es el momento de no tener miedo a remover nuestros cimientos. Tampoco es tiempo de reivindicar siglas, ni de contubernios internos, ni de cálculos postelectorales.

La falta de respuesta a los problemas materiales de la clase trabajadora, la necesidad de que no vuelva a haber un gobierno que dé la espalda a los barrios, la urgencia de poner la economía y la riqueza de la ciudad al servicio de los desposeídos y enfrentarse, llegado el caso, a los poderosos… nos obligan a dejar atrás los debates estériles y a superar los ‘yo’ en favor de los ‘nosotras’.

Lo dicho: sabemos quiénes son los enemigos y conocemos las piedras en las que hemos tropezado. Soltemos el lastre de lo accesorio y pongamos toda la maquinaria en marcha para llegar cuanto antes a la meta. Sin prisa, pero sin pausa… y sin codazos.

Superar a Izquierda Unida: la jibarización de la comunicación y la (mala) intención

Nadie puede dudar que se están dando cambios en el seno de Izquierda Unida, más allá de cambios estéticos, cambios de caras o de nombres… estamos ante un cambio de estrategia. Un cambio que formalmente lleva muchos años en los documentos que se aprueban asamblea tras asamblea pero que, por el momento, parece que se está convirtiendo en un cambio en la praxis diaria.

La nueva dirección, encabezada por el coordinador federal, parece que se ha tomado en serio los últimos documentos aprobados en la XI Asamblea y con la elaboración del plan de acción se compromete (con tareas concretas y plazos) a la consecución del objetivo estratégico que resultó elegido por el 76’6% de la militancia, que no es otro que «contribuir a la construcción de un nuevo movimiento político y social que vaya más allá de la actual IU».

Este objetivo ya se recogía en el documento político de la anterior asamblea, con Cayo Lara a la cabeza, en concreto queríamos construir «ese Movimiento Político y Social que hemos teorizado como único sujeto realmente capaz de liderar y realizar la necesaria construcción de un sistema alternativo» y nos fijábamos la necesidad de «desarrollar instrumentos de participación y elaboración política uniformes, donde se concreten espacios en los que participen otras organizaciones sociales y políticas que puedan compartir con nosotros debates concretos y que nos sirvan para avanzar en convergencias sociales y políticas que abran las puertas a diferentes niveles de colaboración».

Ésto lo decíamos ya en 2012, pero podemos mirar mucho más atrás (en concreto a los debates previos a la IV Asamblea en 1994) y en un artículo de la revista ‘Utopías’, editada por el PCE, titulado “A modo de manifiesto: una izquierda para la transformación” podemos leer como respuesta a la pregunta «¿Con quién aliarnos?»:

La prioridad de esta orientación [la de ser un movimiento político y social] está relacionada con nuestra estrategia y nuestro programa: la sociedad como sujeto activo. Nuestra voluntad es la de incrementar los niveles de autoorganización y conciencia; nuestro carácter abierto nos exige su contacto permanente, estable, estructural, con lo que de organizado y progresista existe en nuestra sociedad. No se trata de encuentros casuales o «tácticos», sino de la generación de «redes» que permitan el enriquecimiento de experiencias, la madurez organizativa, la articulación programática en el seno de la sociedad. No somos los protagonistas de la transformación; este es un papel que no nos corresponde.

[…] En la persecución de este objetivo podemos y debemos encontrarnos con otras fuerzas. No nos creemos los únicos poseedores de la verdad, no estamos iluminados por la razón. Estamos seguros de que la colaboración puede contribuir a generar conciencia y bienestar; puede y debe servir para intervenir en los problemas cotidianos de la gente, para acercar propuestas. También para hacer participar a los ciudadanos de la cosa pública.

Por tanto, ¿es nuevo ese objetivo de construir ‘algo más grande que IU’? Está claro que no. ¿Es nueva la intención de ‘superar a IU’? Tampoco.

¿Cuál es entonces la diferencia en 2017? Que, como hemos dicho al principio, la actual dirección de IU está dispuesta a cumplir lo que se escribe y se aprueba de forma colectiva. Y, por otro lado, que ahora sí existe en la sociedad otro elemento «organizado y progresista» con fuerza (léase Podemos).

Si no dudábamos de que se están produciendo cambios en el seno de IU, tampoco podemos obviar que estos cambios (y cualquier cosa que diga Garzón) produce interpretaciones, movimientos internos y, por desgracia, una avalancha de tuits criticando la ‘agenda oculta’ del coordinador federal y su equipo.

Casi a diario nos encontramos con noticias y artículos que convierten a Alberto Garzón en el enterrador de Izquierda Unida y, lo que es más grave, a compañeros y compañeras (incluido miembros de la dirección) que difunden y dan pábulo a este tipo de cuestiones.

Seguramente, la inmediatez en la que se produce la información en la actualidad,  lo que Pascual Serrano recogió en su libro «La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes» como un proceso de pérdida de la capacidad autónoma de reflexión, de la incapacidad para la elaboración independiente de conclusiones y de la ausencia de una mirada crítica de los acontecimientos, tenga algo que ver.

La gente (también nuestra gente) comparte en sus redes sociales lo primero que ven y sentencian con un simple enlace web en la mano. Pareciera que son convencidos a la primera de cambio, que se ha perdido cualquier atisbo de reflexión previa al anuncio de conclusiones.

¿Se trata de una cuestión de torpeza o de algo intencionado? ¿Estamos ante personas que obvian el papel que los grandes medios de comunicación juegan hoy en día? No puedo creer que militantes de una izquierda de tradición marxista obvien ese papel, así que me inclino más por la intención… o, directamente, que han asumido el discurso del contrario (lo que sería mucho más grave).

Situados en la ruptura contra el régimen, ¿alguien cree que los grandes medios de comunicación tienen algún tipo de interés en promocionar a Izquierda Unida o a sus representantes?

Y la pregunta del millón: de los compañeros y compañeras (e, insisto, también de los miembros de la dirección) que se afanan en difundir que Izquierda Unida está desaparecida o que la dirección tiene intenciones de hacerla desaparecer… ¿cuántos y cuántas dedican el mismo tiempo a difundir los comunicados o actividades de su formación política?

El 26J y la lucha de clases

En los tiempos que corren, «la sonrisa de un país» es el mejor lema que se ha podido elegir para estas elecciones generales. Frente a los que vienen pregonando que no hay alternativa posible al sistema actual y que estamos condenados a seguir viviendo como hasta ahora, nosotros respondemos con una sonrisa. Una sonrisa porque sabemos que sí hay alternativa, que lo que defendemos no es un sueño sino un camino que hemos empezado a recorrer.

Ha llegado el momento de priorizar y hacer memoria sobre las prioridades de los que nos han gobernado hasta el momento. Poner en una balanza los intereses de la clase trabajadora y de tantas familias que lo están pasando mal frente a los intereses de unos pocos o de uno mismo.

Y cuando hablo de «uno mismo», hablo de las organizaciones políticas en la que militamos. Han corrido ríos de tinta hablando de la desaparición de Izquierda Unida, de la absorción, de la pérdida de identidad… cuestiones que, además de ser falsas (basta con mirar cualquiera de los mítines de campaña), no tienen ningún peso comparado con los intereses de los y las trabajadoras que están pagando esta crisis-estafa que no han provocado.

El no anteponer los intereses de nuestra organización frente a cuestiones de emergencia social, el entender a IU como una herramienta para cambiar el país y no como un fin en si misma, nos ha llevado a la conclusión de que unidos podemos.

Y esa es la clave, cuando hablamos de «unidos» no nos referimos a IU, Podemos o Equo únicamente… es la gente, la clase trabajadora, la que debe unirse para verdaderamente poder y, como tantas veces hemos teorizado, que la candidatura unitaria con la que nos presentamos este 26J pueda ser la mecha de esa aspirada unidad popular. Si de verdad queremos construir un nuevo país, la izquierda tendrá que llegar al gobierno… y el pueblo, unido, al poder.

Se nos llama antiguos por hablar de «lucha de clases» o de «plusvalía» pero la realidad es que, como dijera el inversor y empresario estadounidense Warren Buffet, la lucha de clases sigue existiendo y la van ganando ellos. Existe, sí… pero hay que explicar en qué consiste.

Diálogo-entre-banquero-y-clienteQue se salve con miles de millones de dinero público a los bancos mientras estos bancos desahucian a familias por unos pocos miles de euros y jubilan a sus directivos con pensiones millonarias, es lucha de clases. Que se expulse del sistema sanitario a inmigrantes y se llenen de concertinas nuestras fronteras mientras se concede el permiso de residencia al que compre una vivienda de más de medio millón de euros o a quien invierta dos millones de euros en deuda pública, es lucha de clases. Que se suban impuestos no progresivos como el IVA y se machaque al pequeño comercio mientras se ponen en marcha amnistías fiscales para las grandes fortunas que no pagan sus impuestos, es lucha de clases.

La derecha negará que existe tal «lucha de clases», igual que negará que tienen ideología y que la aplican al gobernar. Pero, por poner algunos ejemplos, eliminar ‘Educación para la Ciudadanía’ haciendo de la religión una asignatura evaluable es ideología. El impuesto al sol que perjudica a las familias con instalaciones fotovoltáicas para que las eléctricas sigan teniendo el monopolio es ideología, eliminar la reproducción asistida para lesbianas o mujeres solteras es ideología… Incluso hablar de ‘gasto’ cuando se refieren a servicios públicos y de ‘inversión’ cuando se refiere a inyecciones a la banca es ideología. El lenguaje que usan está cargado de ideología y de lucha de clases, que no nos engañen.

1457370269_506734_1457370334_noticia_normalY frente a todo eso -sólo hemos mencionado algunos ejemplos de políticas llevadas a cabo en este país- el 26J tenemos la oportunidad de construir un nuevo país. Un nuevo país donde, en la balanza de las prioridades que hemos mencionado antes, se prime los intereses de la mayoría frente a los de una minoría. Un nuevo país donde no sea normal lo que estamos dando ahora por normal: cobrar 600 euros, trabajar 10 horas diarias, estar en el paro 4 años, tener que huir de nuestro país para buscarse un futuro… Un nuevo país con un proceso constituyente donde se garanticen los derechos básicos y la plena igualdad, esta vez también tiene que haber madres de la Constitución y no sólo padres como en el 78.

Las encuestas, que siempre hemos dicho que sirven para crear opinión, dicen que Unidos Podemos será segunda fuerza a nivel estatal… pero eso no es suficiente. Si queremos construir ese nuevo país del que hablamos, hace falta vencer también al PP: el verdadero sorpasso no es al PSOE sino al Partido Popular. Estas encuestas han hecho saltar las alarmas del sistema, las alarmas de esa minoría que se ha beneficiado del rescate a los bancos, de la concesión de la nacionalidad previo pago o de las amnistías fiscales.

El 26J sólo hay dos opciones. La papeleta de Unidos Podemos o la papeleta para que todo siga igual con meros retoques de maquillaje, con un PP desesperado buscando la Gran Coalición, con un PSOE perdido y acercándose a la derecha y con un pegamento naranja que quiere unir, a toda cosa, a las dos patas del bipartidismo.

Los tres partidos (PP, PSOE y Cs) usan el mismo argumento: «vamos a romper España». Y no se dan cuenta, o no quieren reconocer, que los que han roto España son ellos. Que un joven se tenga que ir al extranjero a buscar trabajo es síntoma de que España está rota, que una familia tenga que sobrevivir con la pensión de los abuelos es también síntoma de que España está rota.

el roto miedo popularHan sacado a pasear el discurso del miedo: Venezuela, Grecia… hasta Otegui. Y frente a ese miedo: una sonrisa, pedagogía y memoria de lo que han hecho en los últimos años. Cuanto más bajen la campaña al lodazal, más sentido tiene nuestro mensaje y por mejor camino vamos. Y es que el miedo lo tienen ellos, miedo a perder los privilegios de los que han estado disfrutando hasta el momento.

Y ese miedo no lo pueden combatir sólo IU, Podemos, Equo y el resto de fuerzas políticas integradas en la candidatura de Unidos Podemos… combatir ese miedo está en las manos de cada uno. El futuro de ese nuevo país que queremos está en las manos de cada uno de vosotros: en las manos que introducen el voto correcto en la urna, en la voz para pedir el voto a Unidos Podemos o en las explicaciones necesarias para que nadie piense por nosotros.

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