Nadie puede dudar que se están dando cambios en el seno de Izquierda Unida, más allá de cambios estéticos, cambios de caras o de nombres… estamos ante un cambio de estrategia. Un cambio que formalmente lleva muchos años en los documentos que se aprueban asamblea tras asamblea pero que, por el momento, parece que se está convirtiendo en un cambio en la praxis diaria.
La nueva dirección, encabezada por el coordinador federal, parece que se ha tomado en serio los últimos documentos aprobados en la XI Asamblea y con la elaboración del plan de acción se compromete (con tareas concretas y plazos) a la consecución del objetivo estratégico que resultó elegido por el 76’6% de la militancia, que no es otro que «contribuir a la construcción de un nuevo movimiento político y social que vaya más allá de la actual IU».
Este objetivo ya se recogía en el documento político de la anterior asamblea, con Cayo Lara a la cabeza, en concreto queríamos construir «ese Movimiento Político y Social que hemos teorizado como único sujeto realmente capaz de liderar y realizar la necesaria construcción de un sistema alternativo» y nos fijábamos la necesidad de «desarrollar instrumentos de participación y elaboración política uniformes, donde se concreten espacios en los que participen otras organizaciones sociales y políticas que puedan compartir con nosotros debates concretos y que nos sirvan para avanzar en convergencias sociales y políticas que abran las puertas a diferentes niveles de colaboración».
Ésto lo decíamos ya en 2012, pero podemos mirar mucho más atrás (en concreto a los debates previos a la IV Asamblea en 1994) y en un artículo de la revista ‘Utopías’, editada por el PCE, titulado “A modo de manifiesto: una izquierda para la transformación” podemos leer como respuesta a la pregunta «¿Con quién aliarnos?»:
La prioridad de esta orientación [la de ser un movimiento político y social] está relacionada con nuestra estrategia y nuestro programa: la sociedad como sujeto activo. Nuestra voluntad es la de incrementar los niveles de autoorganización y conciencia; nuestro carácter abierto nos exige su contacto permanente, estable, estructural, con lo que de organizado y progresista existe en nuestra sociedad. No se trata de encuentros casuales o «tácticos», sino de la generación de «redes» que permitan el enriquecimiento de experiencias, la madurez organizativa, la articulación programática en el seno de la sociedad. No somos los protagonistas de la transformación; este es un papel que no nos corresponde.
[…] En la persecución de este objetivo podemos y debemos encontrarnos con otras fuerzas. No nos creemos los únicos poseedores de la verdad, no estamos iluminados por la razón. Estamos seguros de que la colaboración puede contribuir a generar conciencia y bienestar; puede y debe servir para intervenir en los problemas cotidianos de la gente, para acercar propuestas. También para hacer participar a los ciudadanos de la cosa pública.
Por tanto, ¿es nuevo ese objetivo de construir ‘algo más grande que IU’? Está claro que no. ¿Es nueva la intención de ‘superar a IU’? Tampoco.
¿Cuál es entonces la diferencia en 2017? Que, como hemos dicho al principio, la actual dirección de IU está dispuesta a cumplir lo que se escribe y se aprueba de forma colectiva. Y, por otro lado, que ahora sí existe en la sociedad otro elemento «organizado y progresista» con fuerza (léase Podemos).
Si no dudábamos de que se están produciendo cambios en el seno de IU, tampoco podemos obviar que estos cambios (y cualquier cosa que diga Garzón) produce interpretaciones, movimientos internos y, por desgracia, una avalancha de tuits criticando la ‘agenda oculta’ del coordinador federal y su equipo.
Casi a diario nos encontramos con noticias y artículos que convierten a Alberto Garzón en el enterrador de Izquierda Unida y, lo que es más grave, a compañeros y compañeras (incluido miembros de la dirección) que difunden y dan pábulo a este tipo de cuestiones.
Seguramente, la inmediatez en la que se produce la información en la actualidad, lo que Pascual Serrano recogió en su libro «La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes» como un proceso de pérdida de la capacidad autónoma de reflexión, de la incapacidad para la elaboración independiente de conclusiones y de la ausencia de una mirada crítica de los acontecimientos, tenga algo que ver.
La gente (también nuestra gente) comparte en sus redes sociales lo primero que ven y sentencian con un simple enlace web en la mano. Pareciera que son convencidos a la primera de cambio, que se ha perdido cualquier atisbo de reflexión previa al anuncio de conclusiones.
¿Se trata de una cuestión de torpeza o de algo intencionado? ¿Estamos ante personas que obvian el papel que los grandes medios de comunicación juegan hoy en día? No puedo creer que militantes de una izquierda de tradición marxista obvien ese papel, así que me inclino más por la intención… o, directamente, que han asumido el discurso del contrario (lo que sería mucho más grave).
Situados en la ruptura contra el régimen, ¿alguien cree que los grandes medios de comunicación tienen algún tipo de interés en promocionar a Izquierda Unida o a sus representantes?
Y la pregunta del millón: de los compañeros y compañeras (e, insisto, también de los miembros de la dirección) que se afanan en difundir que Izquierda Unida está desaparecida o que la dirección tiene intenciones de hacerla desaparecer… ¿cuántos y cuántas dedican el mismo tiempo a difundir los comunicados o actividades de su formación política?
Estoy totalmente de acuerdo